“Ya de niño me había gustado contemplar las extrañas formas de la Naturaleza, pero no como un observador que investiga, sino abandonándome a su peculiar encanto, a su profundo lenguaje complicado. (…)
Vemos temblar y disolverse las fronteras entre nosotros y la Naturaleza, y conocemos un nuevo estado de ánimo en el que no sabemos ya si las imágenes reflejadas en nuestra retina proceden de impresiones exteriores o interiores. Ninguna otra práctica nos descubre tan fácil y sencillamente como ésta hasta qué punto somos también nosotros creadores y cómo nuestra alma participar siempre en la continua creación del Mundo. (…)”
(Demian, Hermann Hesse)